Margarita


Margarita era la hermana de mi abuela. Era la mediana de 3 hermanas. Cuando tenía 12 años, estalló la guerra civil española. Es la persona más bondadosa que he conocido en mi vida. Ella me enseñó a leer y a dibujar y teníamos una complicidad como nunca he tenido con nadie. Era mi confidente y como una segunda madre o una tercera abuela para mí.

Nació en una familia muy humilde en Madrid y acudía regularmente a un colegio de monjas francesas "para niños pobres", como decía ella, que todavía existe.

Por las noches cosía y tejía junto a su hermana mayor para ayudar económicamente en casa, y bordaron los escudos de la selección masculina de natación de Japón para unas olimpiadas en las camisetas que llevaban los nadadores.

Dibujaba muy bien, fue autodidacta y cuando en el colegio le descubrieron unas  Venus desnudas hechas por ella, pensó que la regañarían, pero, en vez de eso, le ofrecieron la oportunidad de pagarle un curso en una academia de dibujo. Estaba muy ilusionada. Pero un golpe de estado truncó todos sus sueños.

Cuando murió su madre, recién acabada la guerra, la sustituyó como cocinera, siendo aún una niña de 14 años, junto a su hermana mayor. La hermana pequeña, quedó afectada para toda la vida por las secuelas de una meningitis y tuvieron que cuidarla entre las dos.

Seguía compaginando el trabajo de cocinera con el de "la labor", como lo llamaba, y ayudaba en la granja de la casa donde cocinaba, una masía en la huerta de un pueblo cercano a València. Tejía ropa por encargo para la gente del pueblo y otros lugares cercanos. En la riada del 57, como su casa estaba en la parte alta del pueblo y el agua no llegó a hacer tanto daño como en otros lugares, se encargó de hacer la colada para toda la gente de Catarroja que se lo pedía, y aún hoy la gente me lo recuerda. Cuando, tras la barrancada del 29 de octubre pasado, íbamos por la calle quitando barro y ayudando en las casas, aún la gente me recordaba cómo mi abuela y su hermana apilaban la ropa de cada familia y escribían sus nombres con mensajes de ánimo.

Fue muy criticada por llevar pantalones e ir en bicicleta cuando aún no era muy habitual ver mujeres que lo hacían, pero pronto la gente la aceptó porque tenía un corazón enorme y ayudaba a todo el mundo siempre que podía.

Ya de adulta, se sacó el carnet de conducir y empezó a trabajar en una pastelería muy conocida de Catarroja, y así pudo conciliar su vida laboral con sus dos actividades favoritas: pintar y tejer.

Aún conservo algunos de sus dibujos, ropa hecha por ella y un bolso que se quedó a medias cuando falleció, en 2015. La admiro por todo lo que hizo a pesar de la época en que le tocó vivir y a pesar de las injusticias socioeconómicas por las que pasó, y reo que gracias a ella soy mejor persona de lo que sería si no se hubiera cruzado en mi vida.

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